En 1977 Fernando Chueca Goitia publica «La destrucción del legado urbanístico español», un libro de cuyo primer capítulo de título visionario (La hecatombe del urbanismo actual), extraigo el siguiente texto:
Tendremos, pues , que cambiar el criterio y no destruir la ciudad para salvar al automóvil sino destruir el automóvil para salvar la ciudad. Yo, señores, estoy de esta parte y creo que algún día las futuras exigencias me darán la razón y se establecerán leyes muy severas para el uso de los automóviles en las ciudades, pues de no ser así, las ciudades caerán en atroz decadencia y la salud de sus habitantes peligrará muy seriamente, falta de aire puro que respirar.
Treinta y dos años después, esa atroz decadencia, en centros históricos como el de Málaga, parece extenderse a niveles que a Don Fernando le recordarían a la postguerra en la que le tocó trabajar, salvando del derrumbe parte del patrimonio de Madrid.
Y la causa es la misma que apuntaba el decano en los 70; el automóvil.
Estas viviendas centenarias, como la que una vez hubo tras la fachada de la imagen, construidas con materiales sanos y biodegradables, siguiendo diseños bioclimáticos y bastante mas eficientes que las actuales, son sistemáticamente demolidas con el único propósito, no nos engañemos, de socavar aparcamientos bajo ellas, para acercarse así al perfil de los futuros moradores previstos para los cascos históricos .
Pero eso si, manteniendo la fachada.