Hoy un paseo por el centro histórico de Málaga parece mas bien un viaje en el tiempo a la ciudad de Dresde después de los bombardeos aliados.
La demolición sistemática de edificios completamente válidos y rehabilitables, muchas veces con oscuras descatalogaciones del PEPRI, otras con ruinas inducidas, otras con acciones especulativas encubiertas, supone un daño irreparable y dificilmente cuantificable para cualquier ciudad.
No se trata solo de un daño paisajístico, donde la ciudad tradicional con edificios centenarios es sustituida por lamentables copias pastiche sin ningún valor arquitectónico, es tambien un desastre ambiental y un despilfarro energético al demolerse edificios eficientes, construidos con materiales biodegradables siguiendo diseños bioclimáticos, que aún no hemos llegado a analizar suficientemente.
Parece normal, y a primera vista atractivo para el futuro habitante, sustituir un edificio viejo por otro nuevo flamante y a estrenar, pero esto es solo otro mito de supuesto progreso fruto de la ignorancia vendido por los promotores para poder optimizar sus ganancias exprimiendo la edificabilidad y construyendo garajes subterráneos.
La realidad es que la ciudad tradicional (compuesta por su trama y sus edificios) retiene y captura el calor en invierno y se mantiene fresca en verano. Su diseño se ha ido perfeccionando a través de la experiencia y el tiempo, adaptándose a las condiciones climáticas concretas del lugar donde se encuentran y creando sistemas pasivos de climatización que garantizan la habitabilidad, incluso en caso de falta de suministro eléctrico (…)
(continua)